domingo, 4 de diciembre de 2011

LA PRISA MATA


Eso fue lo que dijo el tío que se acercó a la ventanilla de la Toyota, a manera de salutación y un poco de felicitación después de que, con otros aficionados como él y mi hijo, nos habían rescatado del atasco en el que caímos al formar parte de la caravana de vehículos 4 x 4 de la que formábamos parte en un recorrido de 100 km entre los caminos vecinales de la campiña ibérica en la provincia andaluza de Huelva. A grandes voces explicó: “la prisa mata”, nos dicen los marroquíes a los españoles que conducimos por las calles de Marruecos queriendo, a bocinazos, abrirnos paso entre una multitud que se toma la vida con lentitud, imitando la aparente inmovilidad del desierto.
Frente a una alta ventana donde los rayos de sol, tan al sur ahora, iluminan mi teclado, un balcón al otro lado de la angosta calle ondea tres banderas: la de España al centro, la de Moguer a la derecha y a la izquierda la bandera de Andalucía: tres franjas horizontales, verde en los extremos y blanca al centro con el escudo andaluz que es, oficialmente, un logotipo basado en el escudo de la ciudad de Cádiz (que forma parte del municipio del mismo nombre y que, junto con Almería, Córdoba, Granada, Huelva, Jaén, Málaga y Sevilla, forma parte de la Comunidad Autónoma de Andalucía). El escudo muestra la figura de un Hércules joven entre las dos Columnas de Hércules que la tradición sitúa en el estrecho de Gibraltar, lugar que separa a España del África, con una inscripción a los pies de una leyenda que dice: "Andalucía por sí, para España y la Humanidad". Cierra las dos columnas un arco de medio punto con las palabras latinas "Dominator Hercules Fundator", también sobre el fondo de la bandera andaluza. La entrada del edificio pone: Servicios Sociales, Excelentísimo Ayuntamiento de Moguer. Unos pasos hacia el oeste, donde pronto se pondrá el sol sobre el mar, una profusión de violetas, naranjas y amarillos sobre un azul atlántico límpido adornarán el espectáculo del anochecer en lontananza, y si uno recorre la mirada acercándola, tropezará con la Plaza de la Coronación en honor de la virgen de Montemayor, patrona del lugar. Una columna de mármol ubicada en el extremo norte de la plaza, sostiene una réplica de la virgen en lo alto, mientras un pastor en un nivel inferior, alarga la mano para tomar la corona que le ofrece un ángel, con la intención de ponerla sobre la cabeza de la madona. En el extremo sur del jardín, dos bancas largas, de espaldas, una frente a otra, cubiertas con azulejo, son el punto de reunión de los inmigrantes a la zona, en su mayoría africanos: negros y musulmanes que llegan en pequeñas embarcaciones llamadas pateras debido a la alta demanda de mano de obra que esta región ofrece. El pequeño municipio cuenta con un poco más de 20,000 residentes, de los  cuales, según la página del Instituto de Estadística de Andalucía, casi 4,000 corresponden a extranjeros; el país de origen que se lleva el primer lugar en exportar inmigrantes es, precisamente, Marruecos. Así que el árabe es un idioma que se escucha mucho en la plaza, en las tiendas, en la calle. Mujeres que cubren su cabeza con el hiyab abundan por aquí, aunque no usan la burka, que es el velo con el que se cubren la cara las mujeres del Islam.   














El recorrido de las 4 x 4 ocupó todo el recorrido del sol: cerca de 12 hrs. De subir y bajar colinas, atravesar puentes, marismas, caminos que las lluvias deslavaron y que son ideales para probar la destreza de los conductores, quienes convierten en espectáculo cualquier rescate. Todo es motivo de fiesta, de celebración, de tomar “cubatas” y cervezas, freír enormes “gambas” (langostinos, diríamos en Veracruz), comer hasta la saciedad tortillas de patatas, aceitunas, quesos de cabra añejados, lomo y jamón ibéricos, pollo al jerez, ojaldres de atún, y cuanta botana usted pueda imaginar de la variada cocina española. El sol pintó los campos de rosados en los árboles de melocotón que ya están floreando a todo lo que dan. Los zurcos cubiertos con plástico forman túneles inacabables por donde se asoman las flores y algunas fresas y fresones de tamaño desmesurado que ya están siendo cosechadas, listas para la exportación. Caminamos sobre huertos de olivo, algunas frutas todavía penden de los árboles que con el sol dan tonalidades de plata, ya sembraron el girasol, en mayo estará lista la cosecha. También hay recolección de la bellota del pino mediterráneo, para beneficiar el piñón. Toda una visión de la España agrícola, y una cosa que ya había observado otras veces desde el avión en toda la península, la tierra aquí, no es negra, por todos lados hay barro, los colores van del amarillo al rojo, eso resalta el colorido de los cultivos. Al anochecer, la campiña nos regaló sus luces nocturnas: las estrellas brillaron como hace tiempo no las veía, la luna, en su cuarto creciente, era un disco que colgaba hacia el poniente y era transparente, líquida, diáfana. Yo, con Marcelita entre los brazos, daba gracias a Dios por el privilegio de estar viva, y sin ninguna prisa. liliaramirezdeoriza@hotmail.com

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